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viernes, 19 de agosto de 2011

El picaron de Manuel Belgrano

Fue un hombre galante a quien gustaban apasionadamente las mujeres. Una historia pésimamente documentada difundió comentarios que rozaron su imagen de varón, fundamentados en un episodio que se registró en campaña en el cual la proverbial discreción del prócer se interpretó arteramente.
Belgrano estuvo muy relacionado con la alta sociedad y así conoció a María Josefa Ezcurra, hermana de la famosa Encarnación Ezcurra de Rosas, esposa de Juan Manuel de Rosas.
Luego había tenido por amante a la francesa Isabel Pichegru.
Su más grande amor fue una niña de 15 años que conoció en Tucumán. Era María de los Dolores Helguero. En uno de los encuentros que los amantes iban teniendo a lo largo de los años, Dolores quedó embarazada y cuando Belgrano pudo regresar por fin para casarse, halló que ya había sido desposada por un tal Rivas, por arreglo de la familia Helguero.

María Josefa Ezcurra, cuando la abandonó su marido, podía vivir con él, en libertad, el viejo amor que los unía. Permancieron juntos en la Campaña del Norte, hasta que embarazada, regresó para tener a su hijo, el que por convenciones sociales, no fue un Belgrano, sino un Rosas, cuando Juan Manuel y Encarnación Ezcurra lo hicieron pasar por hijo propio y se llamo Pedro Rosas y Belgrano.
Del romance con María de los Dolores Helguero nació Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano, a la que el patriota le dedicó el más tierno amor y no olvidó a “su palomita”, como él la llamaba, ni en el lecho de muerte. En su testamento, redactado en mayo 1820, encomienda su crianza a su hermana Juana, e instrucción y dirección espiritual a su hermano sacerdote.
Manuela Mónica tenía apenas un año, antes de partir definitivamente de Tucumán a Buenos Aires, Belgrano pidió verla por última vez, y quizás ese recuerdo haya sido una luz en su agonía. De acuerdo a los deseos de su padre Manuela fue llevada a Buenos Aires y vivió junto a sus tíos Juana y Domingo Belgrano. Juan Bautista Alberdi se enamoró perdidamente de ella, pero el romance no prosperó.
El 20 de junio de 1820 muere derrumbado por la sífilis y la hidropesía, pobre y abandonado por su patria. Solo un periódico de Buenos Aires, El Despertador Filantrópico, saco un artículo sobre la muerte del prócer, y muy escuetamente. Para colmo de males, 83 años después, cuando su cadáver es exhumado para ser trasladado al mausoleo en el que se encuentra hoy, los Ministros Joaquín V. González y el coronel Riccieri se robaron sus dientes. Uno de los únicos restos del prócer que no se habían transformado en polvo. Luego de las quejas de un periodista del diario La Prensa tuvieron que devolver los dientes del pobre y vapuleado Belgrano.

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